Jordi Piqué – 20/02/2025
La organización comunitaria del VIH Tretament Action Group (TAG) manifiesta su repulsa e indignación por el flagrante ataque que está llevando a cabo la nueva administración presidencial de EE UU contra la ciencia. Las recientes medidas adoptadas por el poder ejecutivo –desde diezmar investigaciones vitales, pasando por recortar plantillas científicas, hasta obstruir, censurar y ocultar directrices de tratamiento públicas y datos científicos-– suponen una bola de demolición para los procesos científicos vitales que proporcionan herramientas que salvan vidas para prevenir, diagnosticar, tratar y curar enfermedades, tanto a nivel nacional como mundial. Estas acciones hostiles e imprudentes obstaculizarán la respuesta frente al VIH, la tuberculosis y el virus de la hepatitis C (VHC), empeorarán la salud humana y debilitarán a las comunidades durante las próximas décadas.
TAG fue fundada por activistas en plena crisis del sida con el objetivo de acelerar la investigación sobre el tratamiento del VIH, una misión que desde entonces se ha ampliado para incluir la tuberculosis y el VHC. La ciencia siempre ha estado en el centro de la estrategia de TAG. «Prevemos el fin de las pandemias de VIH, tuberculosis y VHC mediante herramientas de prevención, diagnóstico y tratamiento eficaces y universalmente accesibles», declaró Mark Harrington, cofundador y director ejecutivo.
Acabar con las pandemias de VIH, tuberculosis y VHC depende de un ecosistema científico riguroso y bien financiado que rinda cuentas a las comunidades afectadas y cuente con el firme apoyo de las inversiones del pueblo estadounidense. La ciencia es lo que, en última instancia, cambió la trayectoria de la pandemia de sida a partir de finales de la década de 1990, cuando el aumento de la inversión y las reformas para acelerar la investigación sobre los inhibidores de la proteasa ayudaron a ofrecer tratamientos que han salvado y están salvando millones de vidas.
Y, sin embargo, la nueva administración de EE UU parece decidida a dañar gravemente las instituciones, las estructuras de financiación, las profesiones y el conocimiento colectivo que sustentan un proceso científico sólido. Estas acciones destructivas incluyen:
- La confirmación de Robert F. Kennedy Jr. como Secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) coloca a un excéntrico marginal al timón de toda la cartera sanitaria del país. Kennedy es un negacionista del sida y un teórico de la conspiración rechazado por toda la medicina y la ciencia convencionales, y ha mostrado su intención de utilizar su posición para burlarse del consenso científico en asuntos como la política de vacunas.
- El despido masivo de unos 5.200 empleados de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la Agencia de la Alimentación y el Medicamento de EE UU (FDA) y otros organismos dependientes del Departamento de Sanidad y Servicios Humanos (DHHS) mermará enormemente la capacidad de EE UU para evaluar y financiar la investigación médica, vigilar y responder a las amenazas emergentes para la salud pública con intervenciones basadas en evidencia, y evaluar y regular la seguridad y las aplicaciones de los productos médicos y de consumo.
- La reciente decisión de los NIH de recortar los «costes indirectos» –que cubren los gastos generales de las instituciones que reciben subvenciones de estos Institutos Nacionales de Salud– en miles de millones de dólares al año privará a las instituciones académicas de investigación de los recursos necesarios para apoyar sus proyectos, comprometiendo actividades importantes como el mantenimiento de laboratorios, instalaciones y equipos, y la dotación de personal.
- La supresión caótica e ilegal de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) –la tercera mayor financiadora mundial en investigación y desarrollo (I+D) en materia de tuberculosis– ha interrumpido valiosos ensayos clínicos, ha perturbado la labor de las organizaciones comunitarias que asesoran la investigación clínica y crean demanda local de innovaciones sanitarias, y ha limitado el acceso mundial a tratamientos frente al VIH basados en evidencia y dañado profundamente la infraestructura sanitaria en cientos de países de todo el mundo.
- La eliminación indiscriminada (y el restablecimiento, en algunos casos, tras órdenes judiciales) de datos públicos sobre salud y enfermedades impide la investigación basada en estas fuentes públicas e impide a los funcionarios de salud pública y a las comunidades desarrollar programas basados en la evidencia.
- El intento deshumanizador y científicamente iletrado de negar la existencia de las personas trans, no binarias e intersexuales, que se ha ampliado hasta el punto de añadir afirmaciones descaradamente falsas en sitios web gubernamentales y que han sido restablecidos como resultado de órdenes judiciales.
- El vil asalto contra todo lo que se considere relacionado con la diversidad, la equidad, la inclusión y la accesibilidad (DEIA) amenaza con socavar los recientes avances hacia una participación demográfica representativa en la investigación médica, lo que ha provocado la supresión de directrices y protocolos pertinentes de la FDA y la Oficina de Investigación sobre el Sida (OAR).
En conjunto, la Administración Trump parece estar «echando a la trituradora de madera» la ciencia como la conocemos, en palabras de un oligarca no electo. Lo que está en juego es la capacidad y los conocimientos científicos que ha costado décadas crear. No puede ser ni será suplantada por la industria privada, que ha demostrado ser incapaz y no estar dispuesta a invertir en el tipo de investigación a largo plazo que no produce beneficios a corto plazo, pero que constituye la piedra angular de prácticamente todos los avances médicos clave. La terapia antirretroviral, los regímenes más cortos y seguros para la tuberculosis y los antivirales de acción directa (AAD, en sus silgas en inglés) frente al VHC se basaron en gran medida en la investigación apoyada por el gobierno de EE UU; lo mismo ocurrirá con las futuras herramientas necesarias para acabar con estas enfermedades y todas las demás pandemias.
El ataque de la Casa Blanca a cada paso de los procesos de investigación, desarrollo, aplicación y formulación de políticas viola el derecho universal a la ciencia, codificado en el derecho internacional de los derechos humanos, señaló el codirector del Proyecto TB en TAG. Y concluyó indicando que la guerra de esta administración contra la ciencia perjudica a todos, en todas partes, los que pueden beneficiarse de la ciencia y sus aplicaciones.
Fuente: Comunicado de Treatment Actiuon Group (TAG) /Elaboración propia (gTt-VIH).
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